Carlos Alcaraz era lo más parecido a un ‘quinto’ -si alguien recuerda las despedidas de los jóvenes de los pueblos de España que se iban a hacer el servicio militar- cuando compareció la noche del lunes -entrada la madrugada del martes en España- en la … central del US Open. Era el debut del murciano en el torneo y comparecía como si fuera aprender a limpiar un cetme: joven y rapado.
Alcaraz pasó a segunda ronda sin apenas despeinarse. No tanto por la falta de melena, sino por quien tenía enfrente: Reilly Opelka, un tenista de altura, pero solo en centímetros. Alcanza los 211, desde los que levanta un saque temible. Pero eso no fue suficiente para arrinconar al ‘recluta’ Alcaraz. A sus 22 años, tiene mucha mili y se impuso con claridad (6-4, 7-5,
Vérselas con Opelka no es un debut deseado por nadie. El gigantón estadounidense es un tenista incómodo. No permite un juego fluido, coger ritmo, justo lo que se necesita en las primeras rondas. Atosiga con el saque, impone puntos cortos. Si el favorito tiene un mal día y Opelka uno bueno, puede pasar cualquier cosa.
Alcaraz no lo permitió. Si potente es el saque de Opelka, el suyo -cada vez un arma más efectiva- es dominador. En el primer set, el murciano no perdió un solo punto con su servicio. Un set en blanco con su saque, pero en el que tuvo que esforzarse mucho al resto. Hasta cinco bolas de ruptura necesito en el juego en el que, por fin, doblegó el servicio de Opelka.
Esa fue la dinámica del partido. Alcaraz se imponía con facilidad en su saque y le costaba sujetar el del estadounidense. El resultado fue un partido embarrado, ciertamente anodino, sin puntos espectaculares. Era el último duelo de la noche en la Arthur Ashe y para el segundo set, muchos empezaron a tomar el camino del metro y del aparcamiento. El tercero se cerró al filo de la medianoche, con la misma tónica. Ahora, a pensar en el siguiente rival, el italiano Mattia Bellucci.