Marcelita, la cancha, el repechaje

Fútbol1 months ago46 Vistas


El Fútbol en Cuentos

 

Su bisabuela se persignaba en la sala de parto abogando por aquella vida, que no era una vida, eran muchas vidas en esa misma vida que durante su nacimiento y durante esa vida le daría vida a muchas otras vidas sin saberlo, con o sin quererlo.

 

En aquella concurrida sala, el doctor iba y venía. Por un momento se detuvo para llamar la atención de que había más personas que en aquel juego entre ULA FC y Valencia FC que los envió al descenso de local. Ocurrió luego de quedar campeón de la Copa Venezuela de la mano de Richard Páez, y que insólitamente nos dimos cuenta diez minutos antes de terminar el partido.

 

El regaño no fue tal, buscó ganar un poco de simpatía hasta que intentamos leer el récipe de medicinas que me hizo sentir analfabeto. Aunque al final garabateó un medianamente legible “diluida agua” en retorno de mi cordura. De aquella sala salieron tantas sonrisas, historias y esperanzas que Marcelita en su nacimiento no tenía que entender.

 

Tampoco tuvo que entender Marcelita, ni ese día ni los otros días, por qué la frustración de su tío no terminaba en esa sala de parto ni en la de otros sobrinos ni tampoco en la de mis hijos sin dejar de ser un premio. Hay cosas que no tienen consuelo ni desconsuelo, otras veces no sé si tengan sentido.

 

Marcelita y la Vinotinto

 

Ella no vio cómo ni yo ni la selección tuvimos defensa ante los innumerables ataques y goleadas de los argentinos, brasileños, uruguayos, chilenos y paraguayos. Toda América unida, incluyendo Guatemala, nos goleó siguiendo la recomendación de Roberto Fontanarrosa en aquella nota periodística de El Gráfico “métanle 15 a 0 para que se dediquen a un deporte acorde con su idiosincrasia”.

 

Pero está a punto de ver algo, algo que no sé si le remueva el sentimiento de compasión por mí, que no tiene que ver con la vida misma, o tal vez sí, mi vida, a la que le he dedicado anónimamente parte de ella en tiempo y emociones. Una vez escribí, como un mantra de protección: “No puedes dejarles tus emociones a once tipos en la cancha”, pero esta vez es imposible porque es posible.

 

Esa compasión no viene dada por un mero juego de fútbol, es el juego de fútbol, es el partido que dará la llave a un paso, de esos pasos que a veces nos cuesta tanto y de tanto en tanto, agota, fatiga, frustra, por eso es el partido: de local, en casa, ante una selección “ganable”, “vecina”, “clasificada”, “hermanadas por la historia y separadas por la histeria”- Tipo “clásico” “casi clásico”.

 

Espero luego de este partido que, por otras razones, deja de ser “el partido”, porque quizá pasa como tiene que pasar, con un ápice de sufrimiento extra, nos puso literalmente a parir la emoción mendigando ir a un repechaje. Bardas, barreras que Dios se ha encargado de colocarnos por todas partes porque pareciera que la sala de parto de su hijo, el pesebre, no fue parecido al de Marcelita en Belén, sino cualquier maltratado potrero venezolano sin arcos, sin pelota, sin gloria.

 

 





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