El mejor partido de lo que va de final se decantó para el equipo local. Los Pacers no necesitaron tirar de milagros esta vez para llevarse un auténtico partidazo entre dos equipos que jugaron con sus mejores cartas. La clave del partido y de la victoria de Indiana pasa sin duda por el banquillo.
Los jugadores de segunda rotación fueron claves. Bennedict Mathurin fue el máximo anotador del encuentro. El canadiense anotó 27 puntos (9-12 en tiros de media distancia y 2-3 en triples) en 22 minutos. Además, se ha convertido en el jugador que más puntos anota desde el banquillo en unas Finales de la NBA desde el año 2011. Clave también fue T. J. McConnell. Su intensidad y sus robos en jugadas difíciles de justificar de Oklahoma, implementaron a los Pecers de una energía extra que contagió al Gainbridge Fieldhouse para conseguir de esta manera volver a ponerse por delante en el global de la eliminatoria.
Aunque el protagonismo del banquillo fue clave, los titulares también cumplieron. Haliburton coqueteó con el triple-doble al terminar con 22 puntos, 11 asistencias y 9 rebotes. El base titular mostró temple en los momentos decisivos, acertando nueve de 17 lanzamientos, incluidos cuatro triples. Por su parte, el camerunés Pascal Siakam aportó 21 puntos, seis rebotes y cuatro asistencias, consolidando su papel como segundo hombre fuerte en el esquema ofensivo de Carlisle.
Haliburton junto a Shai en una acción del tercer partido de las Finales / AP
El encuentro comenzó con dominio de Oklahoma City. Los Thunder, gracias al inspirado inicio de Chet Holmgren (13 puntos en el primer cuarto), se escaparon en el marcador con un 24-32. Shai Gilgeous-Alexander, el líder habitual de los Thunder, tuvo un arranque discreto y no anotó su primera canasta hasta transcurridos nueve minutos y medio. Aun así, cerró el primer parcial con seis puntos, ayudando a los suyos a mantener la ventaja inicial.
La remontada de Indiana comenzó en el segundo cuarto, aprovechando el descanso de Gilgeous-Alexander. En apenas tres minutos, los Pacers pasaron de estar nueve puntos abajo a liderar el marcador 37-36, impulsados por la energía de McConnell, quien sumó cuatro asistencias, tres robos y dos puntos en ese corto lapso. El segundo parcial fue un vendaval ofensivo de Indiana, que lo ganó 40-28, marchándose al descanso con una ventaja de 64-60.
En la segunda mitad, los Thunder reaccionaron. Tres canastas consecutivas al inicio del tercer cuarto les devolvieron la delantera. Ajustaron su defensa y limitaron el ataque de los Pacers a solo 20 puntos en ese periodo, cerrando el tercer cuarto arriba 84-89.
Cuando parecía que Oklahoma tomaba el control, emergió nuevamente el espíritu resiliente de los Pacers. En el último cuarto, Indiana desató un parcial demoledor de 19 puntos en poco más de cinco minutos, liderado por el acierto de Mathurin y un triple crucial de Haliburton a falta de 6:40, que puso el marcador 101-98. El técnico de los Thunder, Mark Daigneault, solicitó tiempo muerto intentando frenar la marea amarilla, pero el daño estaba hecho.
Los Thunder apenas sumaron 18 puntos en el último periodo, su peor marca en cualquier cuarto de esta final. Dos pérdidas consecutivas de Indiana dieron una última esperanza a Oklahoma, pero los visitantes no supieron capitalizar las oportunidades y fueron superados en ambos extremos de la cancha.
Con esta victoria, los Pacers no solo recuperan la ventaja de campo, sino que también se colocan en una posición históricamente favorable. En las 41 finales previas de la NBA que llegaron empatadas 1-1, el equipo que ganó el tercer partido terminó coronándose campeón en 33 ocasiones, lo que representa un 80,5% de probabilidad.
El próximo encuentro de la serie se jugará nuevamente en Indianápolis este viernes, mientras que el quinto se disputará en Oklahoma City el lunes. Las apuestas iniciales favorecían claramente a los Thunder, pero el sólido desempeño colectivo de Indiana ha comenzado a equilibrar el panorama.
Indianápolis vuelve a soñar. La ciudad, sus aficionados y una plantilla llena de talento emergente están demostrando que la sorpresa final no solo es posible, sino cada vez más probable.