La Serie de Campeonato de la Liga Nacional (NLCS) ha sido una pesadilla ofensiva para los Milwaukee Brewers. Enfrentando a los Dodgers de Los Ángeles, el equipo apenas ha logrado conectar hits, registrando un promedio colectivo de bateo de .101 en los primeros juegos de la serie. Esta cifra no solo es alarmante, sino que refleja una desconexión total entre el lineup y los lanzadores rivales.
Los Dodgers, por su parte, han ejecutado su plan de juego con precisión quirúrgica. Con una rotación que mezcla experiencia y juventud, han mantenido a los bates de Brewers en silencio, limitando las oportunidades de anotación y generando presión constante en cada turno al bate.
El desplome ofensivo de los Brewers llega en el peor momento posible. En una serie corta, cada hit cuenta, y la incapacidad de generar tráfico en las bases ha dejado al equipo sin margen de error. Jugadores clave como Christian Yelich y Willy Adames no han logrado producir, y el efecto dominó se ha sentido en todo el orden ofensivo.
La estadística de .101 no solo es baja, es históricamente preocupante. Equipos que han bateado por debajo de .150 en series de campeonato rara vez sobreviven. Si Milwaukee no encuentra respuestas inmediatas, su participación en la postemporada podría terminar abruptamente.
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Más allá de los números, el lenguaje corporal del equipo refleja frustración. El manager Craig Counsell ha intentado ajustes en el lineup, pero hasta ahora sin éxito. La pregunta es si los Brewers pueden despertar a tiempo o si los Dodgers completarán una barrida que ya parece inevitable. En octubre, los márgenes son mínimos y los errores se pagan caro. Milwaukee necesita más que un cambio de estrategia: necesita un milagro ofensivo para mantenerse con vida.