
España se aferró a un torbellino para seguir soñando con ganar una nueva Copa Davis. En el peor momento del día, cuando más pesaba la repentina ausencia de Carlos Alcaraz y el drama sobrevolaba el SuperTennis Arena de Bolonia, apareció un superlativo Jaume Munar … para recordar lo que significa el famoso gen competitivo español.
Pablo Carreño había perdido en el estreno ante Jakub Mensik y las opciones de continuidad pasaban, en primer lugar, porque Munar venciese al siempre amenazante Jiri Lehecka. El mallorquín no solo venció, sino que pasó por encima del número uno checo y dejó la bola dada para que Marcel Granollers y Pedro Martínez remataran en el dobles el pase a las semifinales en un partido angustioso.
Doblegar a los checos es tanto como decir que España se ha quitado de encima al que por ranking era el rival más difícil en el trayecto hacia la Ensaladera. Y eso es mucho decir. Porque sin Alcaraz el desequilibrio en individuales era evidente. Tanto el uno como el dos checo (incluso el tres, Thomas Machac, que esperaba en el banquillo), afrontaban la eliminatoria con mejor clasificación que Munar, el mejor de los españoles. Una vez más había que tirar de coraje, de ese carácter propio que tantas veces ha ayudado y que resultó crucial, por ejemplo, en la eliminatoria previa ante Dinamarca, con esa remontada épica en Marbella, también sin Carlitos.
No lo tenía fácil Carreño, más acostumbrado en los últimos tiempos a jugarse los cuartos en torneos ‘challenger’, rascando puntos poco a poco para regresar a un nivel parecido al que tenía antes de esa recurrente y dolorosa lesión en el codo que lo apartó de la élite. Al otro lado de la red, Jakub Mensik, tenista aún incipiente de calidad incalculable. Número 20 del mundo que justo estrenó su palmarés a lo grande este año tras imponerse en el Masters 1.000 de Miami, donde derrotó a dos ‘top ten’ (Jack Draper y Taylor Fritz) antes de someter a Novak Djokovic en la final.
Carreño trató de jugar la baza de la experiencia (34 años frente a 20). Se plantó serio, disciplinado, dibujando puntos largos, obligando a Mensik a recordar que esto también va de sufrir. Trató de decantar la balanza en los detalles, en olfatear bien los momentos en los que dar un paso adelante. Así ocurrió en ese 0-30 del séptimo juego que derivó en el primer break del partido a su favor, y que permaneció revoloteando en la cabeza del checo durante un buen rato.
La pena es que Carreño no pudo o no supo mantener esa mínima renta. Mensik devolvió la rotura al juego siguiente, y el pequeño bache superado le hizo crecer. El checo encontró un misil implacable en su saque (terminó el duelo con 20 aces), y gracias a ello no le pesaron los muchos pecados de juventud que aún le persiguen, errores grotescos en momentos decisivos que dieron vidas extra a Carreño.
La primera manga, larguísima, se decantó con un segundo break cuando Carreño buscaba el siempre imprevisible ‘tie -break’. Y el marcador en contra aceleró la idea de que la misión era imposible. Al asturiano no se le puede reprochar nada. Ni se descosió ni se marchó del partido. Respondió con globos inteligentes, con cambios de ritmo, con paralelos producidos a mano y con carácter. Pero el saque de Mensik lo desesperó. No encontró ni una oportunidad de rotura en toda la segunda manga, mientras que su rival tuvo tres. Con aprovechar la última de ellas le valió para llevarse el segundo set y, con ello, el partido.
La responsabilidad se traspasó entonces a Munar, con cuentas pendientes tras ceder en el estreno de la eliminatoria frente a Dinamarca ante el desconocido Elmer Moller. El mallorquín había asegurado durante la semana, y lo reiteró tras el partido, que esa experiencia supuso un severo correctivo para él y que había aprendido de ella. Su partido ante Lehecka fue la mejor prueba de ello. Su primer set no tuvo una tacha. Llegó a todo, lo peleó todo y encima le funcionó el saque a la perfección. El checo seguramente no esperaba el vendaval y se quedó sin respuesta. Solo la contundencia de su servicio le permitió no tambalearse hasta que la fe de Munar provocó las dos primeras bolas de rotura en el sexto juego que resultaron decisivas para acabar llevándose la manga por 6-3.
Subido a la ola, concentrado, exigente e impermeable al ruido de las molestas bocinas del pabellón, Munar inició el segundo set con el mismo ímpetu para romper el saque de Lehecka a la primera oportunidad. Ni siquiera importó la mejoría posterior del checo, más metido en el partido, más acertado con la derecha. Era el día de San Jaume, que con 3-2 a favor superó el único momento de crisis que se le adivinó. Fueron dos bolas de rotura desperdiciadas por Lehecka, el único resquicio al que pudo aferrarse el checo. Munar salvó ambas y aceleró de nuevo a por una victoria de enorme prestigio.
Munar ha subido su nivel en 2025 (semifinales en Basilea, Dallas y Hong Kong, cuartos en Winston Salem, octavos en el US Open, Shanghai y Roma…). Un crecimiento tanto deportivo como mental que demostró con su autoritario triunfo ante Lehecka que abrió la puerta a un dobles decisivo en el que España presentaba un aval casi definitorio: Marcel Granollers. El catalán, en eterna juventud a sus 39 años, lideró la pareja junto a Pedro Martínez, héroe de Marbella con su triunfo ante Holger Rune. Enfrente, Thomas Berdych colocó a Thomas Machac junto a Mensik, en una decisión de última hora que dejó fuera a su gran especialista en dobles, Adam Pavlasek.
Fue un envite agónico, con un primer set resuelto en un tie-break que parecía franco a favor de los checos hasta que Pedro Martínez se sacó de la manga un resto estratosférico que cambió el signo de la muerte súbita después de tres bolas de set en contra.
Con el viento favorable los españoles no se permitieron pasar apuros. Ni uno ni otro sufrió con el saque y la falta de grietas empezó a pasar factura en el ánimo de los checos, frustrados ante su incapacidad de hacer daño. El segundo acto se vio abocado a un nuevo tie-break, donde los españoles volvieron a demostrar un grado más de madurez para sacarlo adelante y cerrar el pase.
El rival de España en semifinales (sábado, 12 horas) saldrá de la última eliminatoria de cuartos de este jueves que enfrenta a Alemania y Argentina. Salvo Zverev en el caso de los germanos, no hay otro jugador que pueda mirar por encima del hombro a los españoles. Tampoco en la otra semifinal (Italia-Bélgica). Visto que el gen competitivo español también está presente en Bolonia, sigue permitido soñar.






