Durante gran parte de la temporada regular, Andrés Giménez fue una sombra de su versión All-Star. Con una línea ofensiva de apenas .210/.285/.313, siete jonrones y 35 carreras impulsadas, su OPS de .598 reflejaba un año por debajo de las expectativas. El venezolano parecía perder protagonismo en el lineup, y las dudas sobre su impacto ofensivo crecían jornada tras jornada.
Pero en los últimos dos partidos, Andrés Giménez ha protagonizado un giro radical. Su bate despertó con furia: se fue de 5-8 (.625 de promedio), conectó dos jonrones y remolcó seis carreras. Su OPS en ese lapso fue un descomunal 2.000, cifras que lo colocan como el jugador más caliente del equipo en el momento más decisivo del calendario.
Este repunte no solo revitaliza su imagen, sino que también ofrece un impulso emocional y estratégico para su equipo, que lucha por mantenerse en la carrera de postemporada. Andrés Giménez ha demostrado que, pese a una campaña discreta, puede responder cuando la presión alcanza su punto máximo.
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Su transformación ofensiva también plantea interrogantes sobre el manejo de su rol. Lo cierto es que, en el beisbol, los momentos definen carreras, y Andrés Giménez está escribiendo el suyo justo a tiempo. En una postemporada donde los números mandan, el contexto lo es todo. Y el contexto actual dice que Giménez está encendido cuando más se le necesita. Si logra extender esta racha, podría convertirse en el factor X de su equipo en la recta final.