Aprueba otra asignatura pendiente Carlos Alcaraz en esta Copa de Maestros. Empujado por el tirón de orejas de su entrenador, Juan Carlos Ferrero, a estas alturas del año pasado, el murciano llega a esta recta final de la temporada con la motivación, … la energía y el tenis por las nubes. Y de contar por derrota todos sus estrenos en este torneo a sumar, ante Alex de Miñaur, una primera alegría de contundencia, confianza y cosas que mejorar, que esto solo ha empezado. Un 7-6 (5) y 6-2 en una hora y 40 minutos que puede ser más abultado y en menos tiempo si los nervios y el recuerdo de la derrota en París no hubieran salido a enredar. Y así lo asume el protagonista: «Es un torneo que quiero ganar algún día, y hacerlo bien. Estoy en un buen nivel y contento y orgulloso de cómo he llegado a esta parte de la temporada este año».
No ha sido fácil, pero se entiende que tiene 22 años y que hay que asimilar muchas cosas. No es mal alumno, que tiene cinco Grand Slams y otros tres títulos, que es consciente de que todavía le queda por crecer. Que va asumiendo los galones y la exigencia de ser profesional. Que también se va entendiendo mejor, lo más importante en todo este caminar hacia la excelencia: «Es un proceso, es darme cuenta de lo que necesito especialmente fuera de la pista para estar motivado, ser consciente de que la temporada es muy larga. Al final de año estás cansado, pero este año he tenido más tiempo entre torneos, en casa, que es genial para prepararme física y mentalmente y estar fresco».
Todo sonrisas el murciano, rosa fucsia el jersey y un primer partido en el zurrón que lo alivia y lo acerca a ese gran objetivo de alcanzar la maestría y el número 1, ya solo quedan dos. «Siempre es bueno empezar un torneo con victoria. Te da la confianza que te puede dar para el resto de los partidos. Si ganas es porque has jugado bien y el nivel es muy alto. Muestra a los rivales y a ti mismo y es muy positivo. Aquí están los ocho mejores del año, y o juegas bien o te comen. Es la primera vez que gano el primer partido, seguiré mejorando cosas que no he hecho bien y motivado para los siguientes», explica.
Hace muchas cosas bien, no obstante, todo fácil, seguro, ligero en un primer tramo en el que se ve con 4-1 y 0-40 a favor. Y entonces, de tan sencillo todo, el bajón, de intensidad, de tensión, de efectividad, que lo lleva a zozobrar por el primer set ante un De Miñaur que aprovecha la oportunidad. Le aprieta en los intercambios, largos y vistosos, nada que ver con las pistas vertiginosas de otros años que impedían estos ataques y estas defensas. «Alex es muy bueno en esta superficie, es un rival muy difícil porque es muy rápido. Tienes que ganar el punto tres o cuatro veces cada vez. Y es verdad que la pista es un poco más rápida que en París, pero con cada entrenamiento me he ido acostumbrando. Y cuanto más usas la pista central más rápida es. Hoy la he encontrado más rápida y más que París. Pero me gusta. Es sorprendente cómo puede cambiar en solo una semana», subraya.
A la par que la pista, también inciden las pelotas, que siente diferentes a las de su partido en el Masters 1.000 parisino. «Aquí va todo mucho más rápido, no da tiempo a encontrar el liftado y eso permite que la bola no se abra. En París el saque no hacía tanto daño, había intercambios más largos y hacía que se hicieran más grandes. Las pelotas son parecidas, pero aquí puedes hacer más daño por la velocidad de la pista».
Daño le hace De Miñaur, que ahonda en la herida del murciano, hasta 19 errores en ese tramo; sin primer saque, ni derecha (o a la red o fuera), ni dejadas. Pero hay un golpe de suerte que cambia todo. Con 4-4, el ‘drive’ sale bajo y torcido, pero la pelota lame la cinta y cae muerta al otro lado de la red. Sigue ahí el australiano, pero peca, como suele ser habitual en él, de demasiada inocencia en los puntos clave, demasiado blando con la mano y con la cabeza ante un murciano que es todo lo contrario. Con 3-5 y saque en el ‘tie break’, uno tiembla y el otro se va con todo hacia delante: una derecha, por fin, una dejada, por fin, y un error del rival, claro. Primer set.
A pesar del intercambio de ‘breaks’ al inicio del segundo capítulo, surge el Alcaraz de las mejores tardes (32 ganadores) y el que todavía está en proceso de mejora. Ante las dudas con la derecha, despliega un revés inapelable, que lleva trabajando a conciencia unos meses, sobre todo el paralelo, con el que mortifica al australiano con efectividad milimétrica y sin compasión. «Lo vengo sintiendo desde hace un tiempo. Es una cosa en la que hemos hecho mucho hincapié en los entrenamientos. Es un golpe muy importante, tanto en París que lo intenté pero no salió, como en los entrenamientos. Y aunque no me salía, cuando insistes en algo al final acaba saliendo. No hay mejor ‘feeling’ que cuando los planes salen bien. Hemos jugado un tenis muy sólido, muy bueno y sobre todo que en los momentos importantes me he atrevido a ir a por ello».
Como en el ‘tie break’, como en el segundo set.
Por la vía del espectáculo, se aferra al saque, que eleva los números, (hasta el 67 % de efectividad), al marcador, a su estilo, a esa confianza que lo lleva al tenis que le gusta, colorido, divertido, con sonrisas y ovaciones de la grada, 13.000 butacas llenas, que se unen al ‘show’. Un Alcaraz sin freno, dedo a la oreja para celebrar que está aquí, aprendida la lección, con muchas ganas de atrapar este codiciado premio: ser maestro y número 1. De tres pasos que necesita, ya ha dado uno, el primero, el más difícil.






