Trump reunirá a los presidentes de Ruanda y Congo para firmar una paz definitiva

La firma del acuerdo por parte del Congo estará condicionada a la retirada del apoyo de Ruanda a los rebeldes del Movimiento 23 de Marzo (M23), según informó Tina Salama, portavoz de Tshisekedi. Salama precisó que la postura de su país exige un acuerdo sin «ninguna mezcla o integración de los combatientes del M23» en las fuerzas congoleñas y recordó que la retirada de las tropas ruandesas ya había sido pactado en el convenio previo, firmado en junio por los ministros de Relaciones Exteriores de ambos países. «Buscamos la paz dentro del marco de la integración regional. Lo que es innegociable para nosotros es la integridad territorial de la RDC», afirma Salama.

Sin embargo, el pacto alcanzado fue deficiente, escaso y poco concreto, lo que ha llevado al estancamiento de las negociaciones a pesar de que las partes se han encontrado en varias ocasiones desde el mes de junio. Las tensiones y las acusaciones cruzadas han sido una tónica habitual en la relación entre Ruanda y República Democrática del Congo (RDC).

El grupo rebelde M23 –promovido y financiado por el Gobierno ruandés– mostró su rechazo entonces a dicho principio de acuerdo por no haber sido incluido en las negociaciones.

«La reunión directa entre presidentes parece ser la culminación del proceso al menos en lo que a nivel estatal se refiere. En paralelo a las negociaciones en Washington, el Gobierno congoleño mantiene conversaciones en Doha con el M23. Al igual que sucede en el caso de Ruanda, a pesar de los esfuerzos de Qatar y el anuncio de varios acuerdos, la implementación de los mismos ha sido deficiente. Aun así, el pasado 19 de noviembre, el M23 y el Gobierno congoleño reafirmaron sus compromisos en la denominada Declaración de Principios«, explica Jesús Romero, analista internacional especializado en el continente africano.

Se espera que ahora los presidentes de Ruanda y RDC complementen el proceso de Doha y de paso refuercen el proceso de paz en el este de RDC. Tshisekedi ha confirmado que el texto no tiene novedades respecto a las cláusulas de integración regional y que mantiene el respeto a las fronteras nacionales y la integración territorial, una de las principales preocupaciones de la parte congoleña.

El conflicto en el este de la RDC se agravó en el último año, cuando el M23 tomó el control de las principales ciudades de Goma y Bukavu, incrementando una crisis humanitaria que ya se encontraba entre las más graves del mundo. Según expertos de la ONU, se estima que entre 3.000 y 4.000 fuerzas gubernamentales ruandesas permanecen actualmente desplegadas en la región oriental, en operaciones conjuntas con el M23. Ruanda ha rechazado estas acusaciones y asegura que sus intervenciones buscan proteger su propio territorio.

Durante una rueda de prensa, Paul Kagame criticó la postura de Kinshasa, afirmando que «lo único que saben es seguir pidiendo sanciones para Ruanda», y añadió: «Pero si sancionan a Ruanda, ¿cómo resuelven su problema? ¿Cómo solucionan la mala gestión de los asuntos de su país?».

Por su parte, el Gobierno congoleño también ha criticado duramente a Kagame por llevar años desestabilizando y matando a miles de personas en el este del Congo para quedarse con minerales como el coltán, oro y cobalto.

Escepticismo

Julián Gómez-Cambronero, autor del libro ‘¿A quién le importa el Congo?’, señala a ABC que «el jueves el mundo recibirá la imagen desde Washington de la firma de un acuerdo de paz entre dos teóricos grandes enemigos, Félix Tshisekediy Paul Kagame. Quedará rubricado el inicio del fin de una sangrienta guerra, desarrollada de manera poco común entre ambos países, y será un nuevo éxito para la diplomacia de paz de Donald Trump…

Pero más allá de esa imagen todo lo demás será falso. El propio acuerdo de Washington firmado el 27 de junio apenas se ha desarrollado formalmente por ambos países en un 22% de su contenido y esto corresponde principalmente a los acuerdos económicos que están haciendo posible el retorno de la influencia de EEUU al Congo».

Se calcula que la última guerra en el Este del país –donde operan más de cien grupos armados– durante el primer cuatrimestre de 2025 ha dejado más de 8.500 muertos y miles de desplazados. La guerra en la RDC lleva 30 años enquistada y se calcula que han muerto más de 6 millones de personas desde 1996.