
Los pronósticos vuelven a adjudicarle a Italia un crecimiento del 0,7%, igual al del año pasado, tras el mal trago de estancamiento en los dos trimestres pasados que por poco no dieron resultados negativos, poniendo al país al borde de una microrrecesión. El resultado parecía inclinarse a un magro 0,4% de crecimiento, pero ahora hay esperanzas de un fin de año con una mejoría, que se consolidaría en los dos próximos años con un 0,8%.
De todas maneras, se confirma una característica de magro crecimiento a paso de caracol que es preocupante.
Para consolidar las esperanzas de los optimistas, Moody’s alzó después de 23 años el rating italiano de Baa3 a Baa2 y llenó de alegría a la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, que explicó: “Es un reconocimiento al trabajo serio y responsable del gobierno”.
Meloni registra un sólido índice de confianza popular del 40%, contrastado por una desconfianza dispersa del 49,5%. Pero la oposición navega con índices lejanos y el gobierno de centroderecha domina la escena sin mayores problemas, con Meloni que tiene aún dos años de mandato.
Una media docena de agencias financieras habían precedido a Moody’s en aumentar la calificación italiana, pese al cuadro de cuasi estancamiento de la economía, pero crecen levemente los consumos y la tasa de inflación podría concluir el año al 1,7%, uno de los mejores desempeños a nivel de los 27 países de la Unión Europea.
También la ocupación crece al 6,2% anual, aunque la productividad baja en un 0,9% por trabajador.
El dato más pesado sigue siendo la deuda global que llega al 136,4%, lo que deja abierto un sendero de crecimiento muy estrecho. Para 2026 y 2027, el porcentaje aumentaría hasta el 137,2%.
Hay que tener presente que también se registra a nivel europeo el crecimiento lento. Bruselas avanza con un magro 1,4%, con una inflación cercana al 2%.
Para Italia, el principal riesgo del crecimiento lento es que hace más vulnerable al país frente a los shocks externos, comerciales y geopolíticos.
En Italia, la confianza de las empresas baja en casi todos los sectores, a excepción del manufacturero. Pero los salarios crecen la mitad de la media europea.





