La revolución de las Finanzas Descentralizadas (DeFi) nació bajo la bandera de la innovación, prometiendo un sistema financiero más justo, accesible y transparente, libre de las ineficiencias y los riesgos sistémicos de la banca tradicional. Este nuevo ecosistema ha replicado rápidamente gran parte de las funcionalidades de Wall Street, siendo uno de los pilares de este crecimiento la economía de la deuda a través de protocolos de préstamo y apalancamiento.
Sin embargo, este auge plantea una pregunta fundamental: al construir este nuevo sistema financiero en el ciberespacio, ¿estamos inadvertidamente recreando los mismos ciclos de exceso y los riesgos de endeudamiento que han marcado la historia de las finanzas tradicionales?
Para muchos círculos, particularmente aquellos con una inclinación libertaria o conservadora, la deuda es vista con profunda desconfianza. Se le percibe a menudo como una carga negativa o incluso como una falla moral por parte del deudor. Esta visión, aunque popular, presenta un sesgo significativo y no capta la totalidad de la historia económica. Es cierto que la deuda produce ciclos de auge y caída, y sus riesgos son innegables, pero la deuda es también el motor silencioso del progreso.
Una visión matizada de la deuda es crucial. Históricamente, el endeudamiento ha sido una herramienta esencial para la expansión económica. Las sociedades no habrían alcanzado su nivel actual de desarrollo sin la capacidad de movilizar capital futuro hacia el presente. La deuda permite a las empresas financiar la innovación, a los gobiernos construir infraestructura y a los individuos adquirir activos o financiar su educación. Sin la capacidad de tomar deuda, la economía se estancaría, limitada únicamente a los recursos disponibles en el momento.
La deuda, por lo tanto, no es inherentemente negativa; es una herramienta de apalancamiento cuyo valor depende del uso que se le dé. El problema no reside en la existencia de la deuda, sino en su gestión imprudente, su excesivo apalancamiento y la opacidad con la que se maneja, factores que inevitablemente conducen a las crisis.
El ecosistema DeFi ha abrazado la cultura de la deuda con entusiasmo. Los protocolos de préstamo permiten a los usuarios depositar sus activos criptográficos como garantía para tomar préstamos, a menudo con la intención de re-invertir ese capital para obtener mayores rendimientos. Esto es, en esencia, apalancamiento: usar dinero prestado para intentar magnificar las ganancias potenciales.
La principal diferencia que ofrece DeFi es que estos préstamos y el apalancamiento se ejecutan de manera transparente y algorítmica. Los contratos inteligentes determinan las condiciones del préstamo, gestionan la garantía y ejecutan las liquidaciones automáticamente cuando el valor de la garantía cae por debajo de un umbral preestablecido. Esta automatización elimina la necesidad de confianza en un banco central y, en teoría, reduce el riesgo de rescates bancarios financiados por el contribuyente.
Sin embargo, a pesar de la transparencia del código, la naturaleza humana y el riesgo de mercado permanecen inalterables. Los usuarios de DeFi son susceptibles a la misma euforia y el mismo miedo que impulsan los ciclos financieros tradicionales. El uso excesivo de apalancamiento, aunque esté respaldado por código, magnifica las caídas del mercado. Cuando el precio de los activos criptográficos cae bruscamente, el mecanismo de liquidación automática se activa a escala masiva, forzando la venta de garantías y creando una cascada de ventas que acelera la caída.
Este fenómeno en Web3 es un eco de las crisis de deuda que hemos visto repetidamente en las finanzas tradicionales, desde la crisis inmobiliaria hasta las burbujas tecnológicas. El problema no es la tecnología, sino la excesiva confianza en que los activos continuarán subiendo de valor, lo que anima a los participantes a tomar más riesgo del que pueden soportar. Las herramientas son nuevas, pero el ciclo de crédito y el riesgo de apalancamiento son los mismos de siempre.
La respuesta optimista es que la transparencia de DeFi y la automatización de la liquidación evitan el riesgo sistémico inherente a los bancos tradicionales, donde las pérdidas pueden permanecer ocultas en balances complejos hasta que es demasiado tarde. En DeFi, las liquidaciones son públicas e inmediatas, lo que supuestamente evita una acumulación silenciosa de riesgo.
No obstante, esta mitigación algorítmica presenta sus propios riesgos. La interconexión de los protocolos de DeFi es inmensa: un préstamo tomado en un protocolo a menudo utiliza un activo generado en otro, el cual a su vez depende de la estabilidad de un tercero. Esta compleja red de dependencias crea un riesgo de contagio que puede propagarse a la velocidad de la luz. Un fallo en el código de un solo protocolo, o una liquidación masiva provocada por una caída de precios, puede tener un efecto dominó que afecte a todo el ecosistema.
Por lo tanto, la economía de la deuda en DeFi no ha eliminado los problemas de las finanzas tradicionales; simplemente los ha reubicado en un nuevo medio con nuevas reglas. La opacidad de los balances bancarios ha sido reemplazada por la complejidad de la interconexión de contratos inteligentes. El riesgo de la mala fe humana se sustituye por el riesgo del error de codificación o el fallo de diseño económico.
El desafío para DeFi no es eliminar la deuda, lo cual sería imposible para cualquier sistema financiero en crecimiento, sino fomentar una cultura de apalancamiento responsable y de diseño de protocolo robusto que pueda resistir la ineludible volatilidad de los mercados. La deuda, bien utilizada, es una fuerza para el bien; el apalancamiento excesivo es, independientemente de la tecnología, una receta para el colapso.
Aunque el auge del apalancamiento en DeFi genera preocupación por la replicación de viejos problemas, existe un factor que diferencia esta nueva economía de la deuda de sus predecesoras tradicionales. Los protocolos de préstamo en DeFi exigen sobrecolateralización, lo que significa que el valor de la garantía depositada siempre debe ser significativamente mayor que el monto del préstamo tomado. Esta exigencia, impuesta por el código, es una barrera de seguridad que rara vez se encuentra en el sistema bancario tradicional, donde los préstamos a menudo están insuficientemente garantizados o se otorgan con base en promesas.
Esta diferencia estructural significa que, aunque el riesgo de liquidación es alto para el prestatario individual durante la volatilidad, el riesgo de insolvencia para el sistema en su conjunto es notablemente menor que en las finanzas tradicionales. El sistema tradicional colapsa por la insolvencia masiva de instituciones que no tienen suficiente capital para cubrir sus deudas. DeFi, debido a la sobrecolateralización y la ejecución algorítmica, está diseñado para absorber las pérdidas de inmediato, redistribuyendo la garantía para cubrir la deuda, lo que le confiere una resiliencia fundamental contra la propagación de la insolvencia sistémica, incluso si no puede evitar las cascadas de precios.
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