La delgada línea roja (de una opinión)

En el inabarcable universo de las redes sociales, la muerte del influencer ultraconservador Charlie Kirk, asesinado de un tiro en el cuello durante una charla en un campus universitario en Utah, dejó una estela de comentarios a favor y en contra, como era de esperar ante una figura altamente polarizante.

Kirk, uno de los artífices de la llegada de Trump a un segundo mandato, arrojaba como anzuelo entre los jóvenes votantes frases a favor de la portación de armas o en contra del aborto. Nada nuevo en la aldea trumpista. También lanzaba diatribas contra las personas transgénero o difundía información falsa sobre el COVID-19. Tampoco nada nuevo.

Pero Kirk, fundador de Turning Point USA —una organización estadounidense que aboga por políticas conservadoras dirigidas a estudiantes de secundaria y universitarios—, también decía cosas como estas:

“Si veo a un piloto negro, pienso: ‘¡Ojalá esté calificado!’”. El fenómeno transgénero es un “insulto a la cara de Dios”. O “creo que vale la pena pagar el precio de algunas muertes por armas de fuego para que podamos tener la Segunda Enmienda para proteger nuestros otros derechos otorgados por Dios”.

Kirk murió trágicamente víctima de su propia lógica. Con apenas 31 años, desapareció con la velocidad de un disparo.

Sus detractores se lanzaron a recordar el doloroso peso de muchas de las cosas que decía sin filtros. Sus defensores salieron a la caza de quienes osaron criticar a un “mártir”, defendiendo el derecho a la libertad de expresión.

Bernie Sanders se manifestó acerca de la importancia de respetar las opiniones de los demás y ser tolerantes, “porque ese es el principio básico de una democracia”, rechazando la violencia y abriendo el juego del debate.

Pero, ¿hay límites en el derecho a la libre expresión? ¿El racismo es una opinión? El artículo 130 del Código Penal alemán penaliza la negación de los crímenes del nacionalsocialismo con hasta cinco años de prisión.

¿La misoginia es una opinión? ¿La homofobia es una opinión? En Argentina existe una Ley de Actos Discriminatorios que prohíbe y penaliza estas “opiniones”.

La muerte de Charlie Kirk no llamó a una “Pax Opinantis”, no despertó la tolerancia ni provocó una autocrítica general. Por el contrario, reclamó a los gritos venganza, apagando fuego con fuego y dejando una inquietud: ¿dónde se traza la delgada línea roja entre el agravio y una honesta opinión?