Cuestión de Fe o Fe de Vida

Fútbol3 weeks ago45 Vistas


 

Comprende que mi amor burlado fue,

Ya tantas veces…

Que se ha quedado al fin mi pobre corazón

Con tan poquita fe.

Tu tienes que ayudarme a conseguir

La fe que con engaños ya perdí

Me tienes que ayudar de nuevo amar

Y a perdonar…

 

El gran Bobby Capó, escribió este famosísimo bolero en la década del 40. El Trío Los Panchos lo popularizó y ha trascendido a través de los años en versiones memorables en las voces de José Feliciano, Javier Solís, Julio Jaramillo, José Luis Rodríguez y Roberto Blades entre otros; convirtiéndose en inmortal pieza del género. Mas que una declaración de amor, la obra en cuestión es una desgarradora súplica de perdón salpicada por el desengaño. Matices lúgubres rociados por el desamor y la desesperanza rondando en cada compás de este bolerazo. Lugares comunes que el ser humano experimenta, con denodada frecuencia, cuando se enamora con fervorosa pasión. No solamente aplica para las parejas. Las pasiones futbolísticas también aplican y, si está involucrada una Selección Nacional, el desengaño es aún mayor.

 

La goleada sufrida ante Colombia y la consiguiente eliminación de la posibilidad Mundialista nos impregnó el corazón de gran cantidad de sensaciones descritas por Capó en su inmortal bolero. Escucharlas, no solamente nos despierta la convicción de que las casualidades no son casuales, sino que refrendan la confirmación de las leyes del fútbol, que no son otras que las de la vida misma.

 

Perder un partido clave, recibir una estruendosa goleada, quedar eliminados forman parte de la cotidianeidad del balompié. Son, al igual que las victorias, la esencia misma del deporte. Y es cierto. Pero los contextos, las formas, los preámbulos y protagonistas varían en cada una de esas situaciones. Por eso, algunas de esas derrotas quedan grabadas en nuestras epidermis dejando cicatrices imborrables. El Maracanazo es, sin lugar a dudas, el ejemplo mas memorable de estos casos.

 

Ante el creador del “MANO TENGO FE”, no me queda mas que quitarme el sombrero y reconocer la brillantez de su obra. Frase contundente que, en apenas tres palabras, aglutinó un sentimiento nacional y se incrustó en nuestro ADN de derrotas, frustraciones y desengaños para permitirnos soñar y creer. Once letras que fueron el detonante de una pasión contenida que, un par de victorias tempraneras, catapultaron nuestras ilusiones en esta Eliminatoria a niveles impensados y nunca vividos.

 

Hasta ahí, todo perfecto. Lamentablemente nuestro Seleccionador empezó a obviar en su discurso los elementos futbolísticos y a descargar en la FE, y sus ingredientes colaterales, el mayor argumento para clasificar o, al menos, ir al repechaje. Cuando se vino el inmenso vacío ocasionado por la falta de victorias, ese bache terrible que generó la incapacidad de ganar partidos, en vez de recurrir a la autocrítica y buscar los correctivos, se apeló al “MANO TENGO FE” como un manto protector que envolvió su trabajo y los argumentos futbolísticos pasaron a un segundo plano.

 

Con habilidad solapada se manipularon las estadísticas y, apoyados en las bondades del devaneo de Infantino y su nuevo formato de competencia, siempre se nos recalcó que teníamos intactas las opciones Mundialistas hasta llegar a este mano a mano mortal con los bolivianos. Derrotarlos con angustia y una alta dosis de fortuna, gracias a su portero, en aquel duelo directo elevó nuestra FE a niveles insospechados. Las calculadoras dejaron de echar humo pues los números pasaron de rojo a un saldo positivo. Depender de nosotros mismos nos dio un coraje que nos elevó a unas alturas en las que no estábamos acostumbrados a volar. Donde desconocíamos cómo se maniobraba ni, mucho menos, cómo se aterrizaba. La caída estrepitosa fue inevitable. El desconocimiento labró nuestro propio Maracanazo, cual Crónica De Una Muerte Anunciada.

 

¿Y la FE? ¿A dónde fue a parar?. Para los que tenemos el fútbol nacional como parte esencial de nuestro día a día, los que cuidamos al enfermo con la convicción de que algún día puede sanar. Con la dedicación que da el amor, para los que van a los estadios y dejan desbordar su pasión cada fin de semana tras otro; la FE está intacta. Está donde siempre ha estado. Sabemos quienes somos, a dónde pertenecemos y manejamos el diagnóstico de nuestros males. Para aquellos que se montaron, o los arrastró, el envión de la ola Vinotinto, viviendo el momento, disfrutándolo y luego sufriéndolo… quizás tengan que rescatarla, revivirla y volverla a construir.

 

Como dijo el poeta Capó en su bolero: les tienen que ayudar de nuevo a amar… y a perdonar.

 





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