Carlos Alcaraz: «Me gusta vivir, hay que saber desconectar»

Plusdeporte1 months ago45 Vistas

Hay un olor leve a fiesta en una salita modesta en las tripas de Arthur Ashe, la pista central de Nueva York. Tiene la culpa Carlos Alcaraz (El Palmar, Murcia, 22 años), que entra con una sonrisa luminosa. O más bien, la copa de campeón del US Open que lleva en las manos. Hace un rato, ambos se han bañado con algún tipo de espumoso californiano, en el éxtasis de la celebración del sexto Grand Slam del tenista español.

Nada más levantar el trofeo, de vuelta al vestuario, todavía vestido con la equipación de morado nazareno con la que ha hecho pasar por estación de penitencia a todos sus rivales en Nueva York, su equipo le recibió con esa especie de chupinazo que corrió por redes sociales en todo el mundo.

Alcaraz viene a la cita ya duchado y cambiado, pero advierte, de nuevo con la misma sonrisa, que la copa sigue oliendo a champán. El campeón recibe a ABC entre un grupo reducido de periodistas españoles que ha seguido el torneo y que ha visto la mejor versión posible mostrada hasta ahora por el murciano: con una superioridad insultante con todos sus rivales —también con Novak Djokovic, el mejor de siempre, que sigue en un gran nivel en su ocaso— y con un cuerpo de ventaja frente a Jannik Sinner.

La final con el italiano, soñada por todos en Nueva York, es la respuesta contundente que Alcaraz ha dado ante un momento en el que parecía que Sinner era impenetrable, que el español no podía meterle mano. Le ganó en Roland Garros con una remontada milagrosa: una alegría inmensa para la afición española, pero, también, una advertencia de que Sinner le podía ganar incluso en su territorio favorito, la tierra batida. Y en Wimbledon, poco después, el italiano le barrió. Ahí fue cuando Alcaraz y su equipo, comandado por su entrenador, Juan Carlos Ferrero, entendieron que necesitaba cambios. Y los ha tenido dentro y fuera de la pista. Alcaraz, exultante, con su trofeo en la mano, da mucha importancia a los segundos. Durante todo el torneo, ha insistido en el equilibrio que ha encontrado dentro y fuera de la pista como una de las claves de su éxito.

Su reacción tras la derrota de Wimbledon ha sido evolucionar, buscar una versión todavía mejor de ti mismo, ¿es cada vez más exigente consigo mismo?

No, incluso al revés: soy menos exigente conmigo mismo. Porque una cosa es querer ganar, querer dar lo mejor, querer estar en esta posición más a menudo. Y otra cosa es la expectativa cuando vamos a cada torneo. Yo siempre quiero ganar. Pero si no lo hago, quiero perder haciendo las cosas que tengo que hacer. De Wimbledon no tuve bajón, salí orgulloso. No soy muy exigente conmigo mismo a nivel de resultado, pero sí de intentar ser lo mejor que pueda cuando juego.

Venimos de un verano y de un año complicado en España: la dana, los incendios, todo lo de alrededor… ¿Le motiva que sus triunfos dan un punto de felicidad en momentos complicados?

Durante los incendios hemos estado aquí en Estados Unidos, pero intentando estar al tanto al máximo de lo que pasa en España. Todos estamos sufriendo, pero hay gente en muchos sitios que está sufriendo de más. Si mis partidos pueden ayudar a distraer… Los momentos no están siendo fáciles en España y yo hago lo que puedo para que no todo sean desgracias.

Es posible que el peaje físico de la celebración de un Grand Slam sea casi tan alto como el de la propia final con Sinner. Tras el saque directo con el que el murciano certificó su victoria, se inicia una maratón de celebraciones y compromisos. Se hinca de cuclillas, se lleva las manos a la cara, se abraza con el rival, sube al palco, se funde con su equipo y su familia. Le siguen los discursos de la entrega de trofeos, saludos a las autoridades, visitas a los palcos de los patrocinadores. Todavía en la pista donde acaba de fulminar al italiano, todo el mundo quiere la foto con él, desde Bizarrap, el productor musical argentino con el que Alcaraz ha entablado amistad, hasta los cámaras de la tele. Pasan las horas y sigue haciendo entrevistas, saludando aficionados, condenado al ‘selfie’. Pero la sonrisa no se le agota.

Más tarde, de vuelta en Manhattan, cena y más celebración. Dicen en su entorno que fue tranquila. Este lunes por la mañana tenía compromisos televisivos —una entrevista conjunta con la ganadora femenina, Aryna Sabalenka— y fotos oficiales en el Rockefeller Center.

La fiesta de verdad vendrá donde está cómodo de verdad, de vuelta en casa. El campeón tenía previsto volar este lunes a última hora de la tarde y estar ya el martes por la mañana en España. Se ha hablado mucho de esa necesidad de esparcimiento de Alcaraz, sobre todo por el énfasis que el reciente documental de Netflix hacía en ello. Se cuestionaba incluso que fuera un lastre. Se le ponía, como siempre, frente al antecedente de Rafael Nadal, con probabilidad el mejor deportista español de la historia, la comparación que le acompañará toda la vida. Se miden los números de ambos —a sus 22 años, Alcaraz ha ganado más ‘grandes que el mallorquín con esa edad—, se juzgan sus decisiones vitales: el retrato de Nadal era el del luchador esforzado, que como mucho se permitía ir a pescar con sus amigos después de los torneos; el del murciano es el del genio espectacular que se va de juerga a Ibiza después de competir.


Sabalenka y Alcaraz, este lunes durante una entrevista conjunta


afp

Agarrado a su trofeo, exultante, Alcaraz defiende que es precisamente el equilibrio entre lo que hace dentro y fuera de la pista lo que le ha llevado a este gran momento. Que desconectar de verdad, aunque sea poco tiempo, es lo que le permite, paradójicamente, la consistencia, evitar aquellas desconexiones mentales que amargaban su juego. Que ha encontrado el equilibrio dentro y fuera de la pista.

¿Cómo ha sido ese proceso? ¿Qué es lo que le ha llevado a ese equilibrio?

En la pista, los triunfos ayudan mucho (sonríe). La verdad es que, como en todo, cada persona, cada jugador, es distinto, necesita cosas diferentes. Yo, personalmente, necesito un equilibrio. A mí me gusta vivir. Me gusta disfrutar con mi familia, con mis amigos, estar tiempo en casa, tiempo de calidad. Es lo que me hace feliz. Hay veces que si no paras no lo consigues. En esta carrera, estás viajando, jugando todo el tiempo, torneo tras torneo. Hay que parar, incluso durante los torneos. Hay que desconectar para luego conectar en pista y dar lo mejor. Y me está yendo muy bien.

Su figura no para de crecer, ¿qué es con lo que más le cuesta lidiar fuera de pista?

Ser conocido. Lo he llevado siempre bien, pero con cada paso que doy voy siendo más conocido. Eso es bueno y malo, ¿no? Antes era todo un poco más nuevo. Pero estoy encontrando el equilibrio para lidiar con esas cosas. Con la madurez y el paso de los años lo estoy gestionando mejor.

Ha hablado de que ahora se cuidas más, ¿cuál es el mayor sacrificio que está haciendo? ¿Hay cosas por las que no pasa?

Sí, me estoy cuidando un poco más en el tema de la comida, de la suplementación, de dormir bien, todo muy importante para luego dar lo mejor en la pista. Pero por lo que nunca pasaría es por perder tiempo de estar en casa. Eso sí que no. Si veo que no estoy teniendo el tiempo que a mí me gustaría para estar con mi familia, con mis amigos, con los míos, en Murcia, tiempo de calidad, cambiaría lo que fuera para tenerlo.


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