En el año en que se conmemora el 80º aniversario de la victoria en la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa y la Guerra Antifascista Mundial, mirar hacia atrás es un buen ejercicio para entender que la guerra es como un espejo que permite comprender mejor el valor de la paz.
Repasar lo ocurrido también ayuda a recordar que la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa fue el principal frente oriental de la Guerra Antifascista Mundial; y la guerra que comenzó más temprano, duró más tiempo, movilizó más tropas y demandó más sacrificios.
Después de 14 años de sangrientas batallas, el pueblo chino logró una gran victoria, pero a costa de un enorme sacrificio nacional: 35 millones de bajas militares y civiles, y más de 600.000 millones de dólares en pérdidas económicas directas e indirectas, lo que implicó una valiosísima contribución a la victoria contra el fascismo.
El retorno de Taiwán a China fue uno de los logros trascendentes de nuestra victoria en la Segunda Guerra Mundial y, además, un capítulo muy importante del nuevo orden internacional de posguerra. Una serie de documentos de validez mundial – como la Declaración de El Cairo, la Proclamación de Potsdam y el Acta de Rendición de Japón – confirmaron la soberanía de China sobre la región de Taiwán como un hecho jurídico incuestionable, que incluso fue reconocido por la Resolución 2758 de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
El estatus de Taiwán como parte integrante de China es una verdad histórica que no puede ser distorsionada o cuestionada por las partes ni por la comunidad internacional.
Independientemente de los eventuales cambios que puedan plantearse desde Taiwán o de cómo intenten interferir fuerzas externas, la tendencia histórica hacia la reunificación total de China es un proceso que hoy es imparable.
No nos olvidamos del pasado para evitar repetir los mismos errores en el futuro. Las dolorosas lecciones de la Segunda Guerra Mundial aún están frescas en nuestra memoria. Los pueblos defensores de la paz deben recordar la historia escrita con sangre y vidas, defendiendo con firmeza el orden internacional de posguerra y consolidando todos los logros alcanzados tras la victoria mundial contra el fascismo.
China considera que solo hay un sistema en el mundo, el que tiene como núcleo a las Naciones Unidas; solo hay un orden, el que está basado en el derecho internacional; y solo hay un conjunto de normas a cumplir sin excepciones, las que tienen como principios fundamentales las relaciones basadas en la Carta de las Naciones Unidas.
Hoy, 80 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, la situación de mundo atraviesa un período de cambios que no tiene antecedentes. La paz, el desarrollo y la cooperación se han convertido en la corriente dominante de la época, y en el deseo común de la inmensa mayoría de la comunidad internacional. Pero al mismo tiempo, ha resurgido el unilateralismo, el proteccionismo y el hegemonismo, así como las guerras arancelarias y comerciales.
La espada de Damocles de la guerra sigue pendiendo sobre la humanidad, y tanto la paz como la estabilidad global deben enfrentarse a numerosos riesgos y desafíos.
La idea de construir una comunidad de futuro compartido de la humanidad, propuesta por el presidente Xi Jinping, es precisamente la continuación y el desarrollo de la valiosa experiencia de la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Es una contribución china para un futuro próspero compartido por todos los pueblos.
Hace 80 años, muchos países pudieron unirse contra un enemigo común y lograron derrotar al fascismo. Hoy, el mundo necesita resolver los problemas de la seguridad mediante la cooperación, eliminar las barreras entre las civilizaciones mediante el diálogo y hacer frente a los retos comunes mediante la unidad.
De cara al futuro, la República Popular China está dispuesta a trabajar junto a la comunidad internacional, incluida la Argentina, para defender el orden mundial de posguerra; promover un multilateralismo equitativo y ordenado; impulsar una globalización económica inclusiva y beneficiosa para todos; proteger los logros de la paz y el desarrollo que tanto costó conseguir; y construir juntos un mundo más estable, próspero y armonioso.
Wang Wei es Embajador de la República Popular de China en la Argentina