Trump reprocha sin pruebas al presidente sudafricano un “genocidio” contra la minoría blanca

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La reunión entre el presidente estadounidense, Donald Trump, y el sudafricano, Cyril Ramaphosa, en el Despacho Oval este miércoles fue una encerrona sin paliativos. No alcanzó los niveles de acrimonia vistos durante la visita del ucranio Volodímir Zelenski, pero no estuvo lejos. Con las cámaras como testigos, el mandatario estadounidense acusó una y otra vez a su invitado de permitir la violencia y las expropiaciones racistas contra la minoría blanca afrikáner, y llegó a mostrarle una serie de artículos descargados de internet y un vídeo que promovía las acusaciones sin base sobre un “genocidio” contra los granjeros blancos.

Ambos líderes se han reunido en el Despacho Oval en medio de fuertes tensiones en las relaciones bilaterales, después de que el republicano haya arremetido en varias ocasiones contra las políticas del Gobierno sudafricano, al que ha criticado por presentar en el Tribunal Internacional de Justicia la denuncia que acusa de genocidio a Israel en la guerra en Gaza.

Sobre todo, Trump imputa a Sudáfrica racismo y “genocidio” contra la minoría blanca afrikáner, también conocida como bóer y descendiente de los colonos europeos, especialmente tras la aprobación de una polémica ley en enero en ese país que permite al Gobierno expropiar terrenos privados sin una compensación, si lo considera en beneficio del interés público. La medida está en los tribunales. Pretoria declara que la norma es necesaria para atajar las desigualdades provocadas por las décadas de apartheid, el sistema de segregación racial contra la mayoría negra que imperó hasta 1994.

Aún hoy persiste la profunda desigualdad creada por aquel sistema. La población blanca, que representa cerca del 7% de la población de Sudáfrica, es más rica que la negra. Una auditoría del Gobierno sudafricano en 2017 indicaba que los granjeros blancos controlan el 75% de las propiedades agrícolas privadas.

La reunión en la Casa Blanca se inició de manera amistosa, con abundantes apretones de manos e intercambios de bromas. La delegación sudafricana incluía a dos famosos golfistas, Ernie Els y Retief Goosen, y Trump les dedicó floridos elogios. Ramaphosa, del partido Congreso Nacional Africano, que ha gobernado desde el final del apartheid, expuso su prioridad para la visita: lograr resetear la relación, explicar la posición sudafricana sobre Gaza y aclarar la situación de los granjeros afrikáner y, sobre todo, reencauzar la relación para intensificar los lazos comerciales entre los dos países.

Pero ante las preguntas acerca de los ofrecimientos de asilo a los granjeros blancos, Trump ordenó mostrar un vídeo, ya preparado, que supuestamente mostraba pruebas de la existencia de un genocidio contra esa minoría. Mientras Ramaphosa mantenía una cara de póker, el presidente estadounidense fue comentando las imágenes, que según él mostraban las tumbas de miles de granjeros afrikáners asesinados. Su homólogo le replicaba que jamás había visto esas escenas antes y preguntaba si sabía en dónde habían tenido lugar. Otra parte del vídeo recogía declaraciones del extremista Julius Malema, expulsado del Congreso Nacional Africano hace una década y célebre por su cántico de “matar al bóer”.

Al concluir el vídeo, Trump continuó el hostigamiento a su homólogo: repasó una pila de artículos descargados de internet que, según afirmó, también hacían referencia a los homicidios de granjeros blancos. “Muerte… muerte… horrible muerte”, iba recitando ante cada uno, antes de entregar el montón de artículos impresos a su invitado.

Ramaphosa respondió, en un tono calmado, que la mayoría de las víctimas de la violencia en Sudáfrica son negras. También mencionó al premio Nobel de la Paz sudafricano y padre de la nación moderna, Nelson Mandela. Sobre Malema, recordó: “En Sudáfrica tenemos una democracia multipartidista que permite que la gente se exprese como quiera”. Y puntualizó: “Nuestra política de Gobierno está completamente en contra de lo que él predica”. Trump insistió: “Le han quitado su tierra a la gente y en algunos casos esa gente ha sido ejecutada”.

El anfitrión solo pareció calmarse una vez que tomaron la palabra los representantes blancos de la delegación sudafricana. El ministro de Agricultura, John Steenhuisen, antiguo representante de la oposición, subrayó que la gran mayoría de los granjeros blancos no quieren abandonar el país para marcharse a Estados Unidos, y prefieren que Washington colabore en combatir la violencia dentro de Sudáfrica.

Trump sostiene que los granjeros afrikáner están siendo sometidos a un “genocidio”, pese a que no hay pruebas de ello, y les ha ofrecido asilo político en Estados Unidos. Una cincuentena llegó a Washington la semana pasada en un vuelo chárter tras haber tramitado sus casos en menos de tres meses, cuando otras nacionalidades afrontan esperas de años.

Desde su regreso a la Casa Blanca, la Administración de Trump ha suspendido casi en su totalidad los programas de asilo para ciudadanos de otros países en graves situaciones, incluidos la República Democrática del Congo o Afganistán. Sudáfrica niega que la minoría blanca sea víctima de la violencia de manera desproporcionada, y subraya que aunque los índices de homicidios son altos en el país, la gran mayoría de los casos afectan a personas negras.

El mandatario republicano asegura que Estados Unidos no participará en la cumbre del G-20 que se celebrará en noviembre en el país africano, a menos que el Gobierno de Ramaphosa cambie sus políticas, y ha declarado persona non grata al embajador de Pretoria en Washington. En febrero firmó una orden ejecutiva para cancelar los fondos que Estados Unidos ofrecía al país africano.

La prioridad para el presidente sudafricano en este viaje era devolver la normalidad, e impulsar, las relaciones bilaterales, especialmente en el área del comercio. Es algo fundamental para el Gobierno de Ramaphosa: EE UU es su segundo socio comercial, solo por detrás de China, y el recorte en los fondos de asistencia ya arroja como resultado una reducción en las pruebas para detectar el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) causante del sida, de gran incidencia en el país.

A su llegada a Washington, Ramaphosa había asegurado que “las relaciones comerciales son las más importantes”. “Eso es lo que nos ha traído aquí. Queremos volver de Estados Unidos con un acuerdo comercial realmente bueno”, añadió. También tenía previsto abordar oportunidades de negocio para las empresas del oligarca tecnológico Elon Musk, nacido en Sudáfrica y mano derecha de Trump en los primeros meses de mandato para recortar gastos en el Gobierno federal y reducir una burocracia que ambos perciben como hostil.

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